Yo sastre de desnudos,
que coso el alma al cuero,
que tengo un aguja impecable
y mil hilos de colores
para trazar el mapa que me lleve.
Sigo pidiendo permiso
para faltar al respeto,
doy más de lo que necesito
pero exijo cariño
en los movimientos distantes.
Sigo maltratándome para sonreír
y soy justo de una forma segura:
saber que mis actos son injustos.
Rompo el espacio que gana el fracaso
y existo lejos, yo solo, dedicado
al resto de la vía Láctea, nuestra placenta.
No tengo rostro, soy un don nadie,
pero mancho el papel en blanco
con cualquier capricho vulnerable,
por todos.
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