Si ya de por sí esta es una
característica original del libro, no lo es mucho menos el concepto propuesto
por el autor, quien invita constantemente al lector a participar en el libro, y
lo hace de forma muy sensorial, por lo que el espíritu modernista de Z.
Sebastián es indudable. La primera impresión es visual, dado que la propia
forma física del libro es diferente a cualquier otra obra escrita: es
triangular; a continuación, el lector sostendrá el libro en sus manos y desde
ese momento no sólo ha sido invitado a su lectura, sino a sentirlo, a vivirlo,
y para ello el autor primero llama la atención, muy inteligentemente, del sentido
del tacto. Para comenzar la lectura de la obra, el lector, una vez abra el
libro, se dará cuenta de que tiene que darle la vuelta, que tiene que leerlo
del revés; desde ese primer momento, se percibe la coherencia poética que
envuelve al poemario, que en portada presenta un excelente dibujo en el que un
barco de papel navega por el mar, de tal modo que, al invertir el libro, la
profundidad pasa a estar por encima de la superficie, como el título nos había
advertido.
Desde este primer momento, el lector
se ve envuelto en un original juego poético interactivo, entre el autor y su
obra, entre la obra y el lector y, finalmente, entre el autor y el lector.
Todas y cada una de las páginas del libro, por su peculiar forma triangular,
requieren que el lector desdoble las hojas que previamente habían sido dobladas
por el poeta. En su interior se encontrará con pequeños poemas a modo de
aforismo, de forma que, una vez terminada la lectura, uno tiene la sensación de
haber recibido una serie de consejos para la vida ordinaria. Como se puede
comprobar, Z. Sebastián ha sabido tratar con sorprendente originalidad todo lo
que conlleva el proceso poético, desde que el poeta pone en el papel sus
sentimientos y reflexiones hasta que éstas llegan al lector, por lo que supone
una renovación total y absoluta, no sólo de lo que entendemos por el acto de
leer un libro, sino del propio concepto de libro y de lector, a quien se le
otorga una papel mucho más activo, involucrándolo así desde el primer momento.
En lo que respecta a las palabras que
contiene ésta ya de por sí obra de arte plástica, el autor propone una poesía
prácticamente desnuda, muy sencilla, que recurre constantemente al registro
coloquial que cualquier persona maneja en su vida diaria. Evidentemente, no
quiere decir que se renuncien a los artificios lingüísticos propios de la
poesía –el poemario destaca por el uso de la metáfora y, especialmente, de las
paradojas–, pero sí es cierto que el poeta huye de la excesiva ornamentación
retórica. A todo ello hay que sumarle la longitud de los poemas, que son muy
breves, concisos, pero que, al recurrir a este lenguaje inteligible por
cualquier persona, consiguen alcanzar el alma y el corazón de los lectores de
manera muy efectiva, a pesar de la complejidad conceptual propuesta en algunos
poemas. Podemos decir, por ello, que Z. Sebastián persigue, ante todo, llegar a
los lectores, tocar su fibra sensible, tanto mediante medios físicos –la forma,
el color y la propia manera de leer la obra– como mediante una concepción poética
que busca más emocionar por el contenido que por el continente.
En definitiva, La profundidad por encima de la superficie es una obra de arte
poética tremendamente original, coherente en su forma y estructura, fabricada
artesanalmente por el propio poeta y que tiene la virtud de resultar atractiva
incluso para aquellas personas que nunca se han acercado al mundo de la poesía,
gracias al estilo y los registros manejados por el autor y a la longitud de la
obra.